RatoDeMiedo
  La habitación 66
 
Aquel caso había llenado las portadas de varios diarios nacionales durante días. Fue tal el revuelo, que los responsables del hotel decidieron clausurar aquella habitación para siempre. Ahora, el hotel volvía a ser noticia. Tras el cambio de titularidad de la cadena, la habitación iba a ser reabierta. Raúl quería tener información de primera mano.

- ¿Y dice usted que esta habitación permanece tapiada desde hace casi seis años? Preguntó el periodista.
- Así es. Tras aquellos horribles sucesos, todos los que trabajábamos en el hotel convenimos que era mejor así. Contestó el hasta entonces encargado del Meridien.
- Pero, ¿qué fue exactamente lo que ocurrió aquí?
- Uff... por lo visto la historia se remonta al 1890, aproximadamente.
- ¿Ya existía este hotel por aquel entonces?
- Más o menos. En aquellos años, donde hoy está el Meridien había un hotel pequeño y de mala reputación. Cuentan que allí los hombres pudientes de la época llevaban a las queridas y a las prostitutas.
- ¿Y qué pasó?
- Pues bien,...la leyenda dice que uno de esos hombres llevó al hotel a una niña. Probablemente, su hijastra. Por lo visto, la violó y maltrató hasta que la criatura falleció, sin que nadie hiciese nada por socorrerla. Cuando descubrieron el cuerpo, la gente del pueblo se tomó la justicia por su mano. Aquel hombre fue linchado y sus restos esparcidos por todo el pueblo para que su alma nunca descansara en paz.
- ¿Y qué relación tiene el actual hotel con ese suceso?
- Aparentemente, la única relación es el terreno donde se ubicaba aquel hotel y el número de la habitación, la 66.
- Curioso...¿y qué ocurrió después?
- Parece ser que el hotel fue clausurado. La gente de la zona decía que el edificio estaba embrujado y que por las noches se oían lamentos. Al tiempo, el hotel fue vendido y se tiró abajo para construir el actual.
- Ya veo.
- Los fenómenos empezaron tan sólo inaugurar el Meridien.
- ¿Fenómenos como cuáles?
- Al principio, el tema se limitó a alguna que otra queja por parte de los clientes. Cuando se hospedaban en la 66 muchos pedían que se les cambiara de habitación debido a los ruidos, lamentos y quejidos.
- ¿Y después?
- Bueno, hubo muchos casos. Ahora me viene a la mente el de un directivo de la Samsung. El pobre hombre relataba así la noche que pasó en la 66 cuando la policía le interrogó:

“Aquella noche estaba cansado. Me cambié, me lavé los dientes y me metí en la cama sobre las once. Primero fueron los ruidos. Era como si estuviesen peleándose en la habitación contigua a la mía. Se oían gritos, golpes y lamentos. La verdad es que pensé en llamar a recepción para quejarme pero, dada la violencia de aquella discusión, creí que llamarles la atención podía volverse en mi contra. Al cabo de algo más de un hora aquellos ruidos pararon. Después, cuando ya había conseguido conciliar el sueño, la luz de mi habitación se encendió sola. Me incorporé extrañado pero, al no ver a nadie la apagué y seguí durmiendo. Después, el teléfono. No dejaba de sonar y cuando descolgaba no había nadie. Traté de llamar a la recepción, pero el teléfono no daba señal. Fue entonces cuando algo empezó a agredirme. Aquella habitación cobró vida propia. Los muebles salieron volando contra mi cama, las luces y la televisión se apagaban y se encendían solas,...creí que me volvía loco”

- Al pobre hombre lo encontraron por la mañana en estado de shock acurrucado tras la puerta del baño y lleno de sangre y de heridas. Según explicó, ni la puerta, ni las ventanas se abrían. El teléfono estaba arrancado de la pared y los muebles hechos trizas.
- ¿Y nadie oyó nada?
- Nada que llamase demasiado la atención. Las dos habitaciones contiguas estaban ocupadas pero, en ambos casos, pensaron que sus vecinos de habitación tenían un riña. Teniendo en cuenta el destrozo no comprendo con nadie se quejó.
- ¿Hubo más casos?
- Muchos más. Al menos, unos quince o veinte de distinta consideración. Hasta que ocurrió la tragedia.
- ¿Qué fue lo que ocurrió aquella vez?
- De todo. Aquella noche se dieron un cúmulo de terribles coincidencias.
- Cuénteme.
- Verá, dada la experiencia con aquella habitación, yo tenía por costumbre dejarla vacía y si la ocupaba solía hacer una ronda nocturna. Solía además llamar a última hora del día con alguna excusa y, por la mañana, me ocupaba personalmente de verificar que el huésped bajaba a desayunar.
- ¿Qué fue lo que falló?
- Todo. Aquella noche tuve que irme a casa, estaba indispuesto. Pedro, el recepcionista, se quedó a cargo de todo. Sobre las once de la noche llegó un hombre buscando una habitación. El hotel no estaba del todo lleno, pero Pedro le dio la 66 sin más. La verdad es que no se me ocurrió avisarle de que no la diera, o pedirle que en caso de darla hiciese la ronda, ni que verificará que el huésped bajaba a desayunar.
- Siga.
- Para más casualidades, las habitaciones contiguas estaban libres aquella noche.
- Ya.
- No fue hasta casi la tarde siguiente en que la mujer de la limpieza dio la voz de alerta. El espectáculo era dantesco.
- ¿Por?
- El cuerpo del huésped estaba despedazado y los restos repartidos por toda la habitación. No recuerdo haber visto algo semejante en toda mi vida. La sangre de aquel hombre había sido esparcida por toda la habitación, salpicando paredes y muebles, como si de un lienzo se tratara. Las vísceras habían sido colgadas de la lámpara del techo y la cabeza puesta dentro del inodoro, con los ojos perfectamente abiertos mirando hacia el exterior.
- ¡Jesús!
- Según la autopsia el hombre aún estaba con vida cuando le extrajeron las vísceras. ¿Puede usted imaginarse el dolor?
- Dios mío....
- ¿Y ahora qué?
- No sé lo que puede pasar si reabren esa habitación.
- ¿Y el actual propietario sabe la historia?
- Por supuesto. Yo mismo me encargué de contarle todo, pero no me creyó. Se tomó todo a risa.
- ¡Que insensato!
- El hotel reabre sus puertas la próxima semana y la 66 estará nuevamente en funcionamiento. Increíble pero cierto.

Raúl salió de aquella cafetería pensativo. Por un instante, pensó en hospedarse en aquella habitación. Seguro que a la revista le podría interesar un reportaje de investigación así.

- Buenas tardes, querríamos una habitación para una noche. Dijo Raúl
- Por supuesto. Respondió el recepcionista del Meridien.
- ¿Podría ser la 66? Es que a mi mujer le hace gracia por lo de la leyenda. Afirmó Raúl agarrando a Sara, la fotógrafa de la revista, por la cintura.
- Ningún problema.

Una vez en la habitación, Sara empezó a instalar las cámaras y los dispositivos para la detección de movimiento y calor.

- ¿Sabes que igual no pasa nada no?
- Lo sé, pero tenía que hacerlo. Contestó Raúl.
- Ponte cómodo, la noche va a ser larga.

La noche, al contrario de lo que creían, para ellos fue extremadamente corta.
A la mañana siguiente, el hotel se llenó de policía. Nuevamente, el Meridien volvía a ser noticia nacional.

“Se encuentran los cuerpos descuartizados de una pareja en la habitación 66 del hotel Meridien.

Como ya ocurrió hace seis años, hoy el Hotel Meridien vuelve a ser, por desgracia, titular de todos los periódicos por un trágico y macabro suceso. Hayan los cuerpos descuartizados de una joven pareja de periodistas que pasaba la noche en la famosa habitación 66. La policía está ahora investigando el suceso. Fuentes del hotel apuntan a que la pareja estaba realizando un reportaje y que las grabaciones están en manos de la autoridad competente.”

- ¿Qué hay en la cinta? Preguntó el jefe de policía la inspector encargado del caso.
- Verá señor, casi toda está en blanco. Es decir, parece como si se hubiese grabado a oscuras y sin ningún ruido. Pero al final...
- ¿Al final qué?
- Mejor véalo usted mismo.

El inspector conectó la cámara al televisor y le dio al play. Entonces, tras unos minutos en completa oscuridad y silencio, una cara blanquecina y medio desdibujada apareció súbitamente frente a la pantalla y una voz fuerte, profunda, ronca y entrecortada que parecía provenir de otro mundo dijo:

- ¡Fuera de aquí! ¡Este...es ahora mi hogar! ¡He dicho fueeerrrrraaaaa!

Al tiempo, la habitación 66 volvió a ser clausurada, pero esta vez, por orden judicial..
 
 
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