RatoDeMiedo
  La ouija no es un juego
 
LA OUIJA NO ES UN JUEGO

Esta historia está dedicada a aquellos que creen que la ouija es un simple juego, que nada ocurre por jugar con ella. Yo os digo que no es así.
La historia que a continuación os cuento es algo que nos ocurrió a mis amigos y a mí cuando teníamos 16 años. Os digo que este relato es verídico. El creerlo o no está en vosotros.

Era la noche de Halloween. Mis amigos, Karen, Laura, Marina, Raúl, y yo, Amanda, quedamos para ir a mi casa y celebrar la fiesta. No pensábamos hacer nada fuera de lo normal, simplemente contar historias, escuchar psicofonias.....
Buscando en Internet cosas sobre la ouija, encontramos una especie de tablero ouija, así que decidimos mirar a ver lo que era. Resultó se una chorrada: había que escribir la pregunta y el “espíritu” siempre decía lo mismo. Aburridos de esta historia lo quitamos, pero encontramos algo que nos llamó la atención: una ouija virtual. Abrimos la página: lo que encontramos fue un verdadero tablero ouija con el testigo tradicional. Ninguno de nosotros había pensado en hacer la ouija, pero finalmente nos decidimos a hacerla. Karen tenía miedo por lo que no quiso hacerla. Los demás cogimos el ratón, pues fuera del ordenador era el testigo, y preguntamos “¿Hay alguien?” . Nada ocurrió. Cuatro veces más lo intentamos, pero siempre obteníamos el mismo resultado: nada. Laura nos dijo que no quería intentarlo más veces, que era suficiente. Todos estábamos de acuerdo con ella. Pero yo recordé que se podía tener éxito concentrándose en la foto de un fallecido.
Saqué una foto de un familiar y después de pensar bien lo que íbamos a hacer, Marina, Raúl y yo, volvimos a coger el ratón. Las otras se fueron a la sala porque tenían bastante miedo y no querían estar presentes. Iniciamos la sesión. “¿Hay alguien?” preguntamos. No hubo respuesta. Volvimos a preguntar y fue entonces cuado Raúl y Marina gritaron. Me di cuenta de que estaban mirando hacia atrás. Sin darnos cuenta soltamos el ratón. Pregunté que ocurría y ellos afirmaron haber visto una sombra. Salimos de la habitación dejando abierta la sesión, y nos dirigimos a la sala para contarles lo ocurrido a nuestras amigas. Pasamos un rato con ellas y yo me di cuenta de que la sesión seguía abierta. Inmediatamente volvimos para cerrarla, siguiendo la tradición: dar las gracias, despedirse y rezar un Padrenuestro.
Aquella noche todos dormimos bien. Pero, al día siguiente, domingo, empezó el terror. Esa noche soñé que yo estaba con un médium, intentando invocar a mi familiar. Pero nada ocurrió. El lunes por la noche también tuve una pesadilla. Soñé que estaba con Jessica, una amiga de clase, con la ouija delante, intentando invocar a mi pariente, pero nada ocurría.
Yo empecé a asustarme, así que se lo comenté a los amigos con los que hice la ouija. Marina y Raúl también habían escuchado ruidos por la noche, mientras que Karen y Laura no. Esto nos llevó pensar que los sueños estaban relacionados con la vez en la que intentamos invocar a mi familiar. Y tenía sentido, porque a ellas dos no le ocurría nada raro, ya que no participaron en esa sesión.
El martes, Raúl sangró de la nariz, sin motivo aparente. Esa misma noche soñé que yo también sangraba de la nariz, al igual que él, sin motivo alguno.
El miércoles por la noche soñé que estaba en mi casa y que estaba sola. Entonces escuché una voz a mi espalda que decía “Yo no me quedó aquí”. Prendí el ordenador y cuando la pantalla se encendió apareció la frase “Yo no me quedo aquí”.
Esto nos dio que pensar, ya que la ouija la hicimos en el ordenador, y Marina y Raúl afirmaron haber visto una sombra. Lo sorprendente era que ellos dos ya no escuchaban ningún ruido raro.
El jueves soñé que una voz me decía “Paso de la muerte, paso hacia la muerte”. Me asustó, pero como a los demás ya no les ocurría nada, pené que eran obsesiones mías y no le di más importancia.
El viernes soñé que aquel familiar al que quisimos invocar me decía que mis amigos y yo debíamos ponernos un crucifijo al cuello y que la sombra que vimos era el espíritu al que, por error, invocamos, y que al quitar las manos del testigo quedó atrapado en el mundo de los vivos, por lo que exigía venganza en nosotros. Pero yo no le di importancia, ya que, como he dicho antes, pensaba que eran obsesiones mías.
Pero el sábado que coincidía con el día en que hicimos la ouija, encontraron a Raúl sin vida en su habitación. Los médicos forenses dijeron que la muerte debió de ocurrir a eso de las nueve de la noche, que fue la hora en la que comenzamos aquella sesión. El rostro de nuestro amigo reflejaba terror.
El miedo se apoderó de mí: aquellos sueños significaban algo, significaban nuestra muerte.
Se lo conté todo a los demás, y aunque Karen y Laura no tenían nada que ver con ese espíritu, insistí mucho en que me escuchasen e hiciesen lo que les decía. Les dije que debían ponerse un crucifijo y que, mientras lo llevasen puesto nada les ocurriría.

En el día de hoy, cuatro años después de aquello, todavía llevamos los crucifijos colgados al cuello, ya que desde ese día, maldito para nosotros, ese espíritu nos persigue allá donde vayamos, esperando el próximos 31 de octubre, fecha en que sentenció nuestra muerte, para poder llevar acabo su venganza.
Nuestra insensatez se cobró una vida: la de Raúl, un gran amigo.

Por eso os recuerdo e insito en que, CON LA OUIJA NO SE JUEGA.
 
 
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